domingo, 29 de enero de 2012

Tesoros del camino: vestigios romanos en la fachada del Palacio de los Lastra, en Torremejía. Parte 2ª


Arriba: enmarcados por un alfiz y coronando junto a diversos escudos la portada oriental y puerta de acceso principal al Palacio de los Lastra, cuatro aras epigráficas romanas aparecen engullidas en este flanco del edificio, recordando con sus textos un pasado latino junto a una inscripción que señala la construcción del monumento en 1.525.

Aunque ya se daba esta práctica constructiva y decorativa durante la época visigoda, retomada posteriormente durante los siglos medievales, con ejemplos en basílicas hispano-visigodas, iglesias de traza románica o conservados en los muros de diversos palacios góticos, el uso de las aras de origen romano como material a usar en el levantamiento de los monumentos que nacieron auspiciados por el auge del Imperio Español, se convirtió en algo común y de moda desde el reinado de los Reyes Católicos y especialmente durante los gobiernos de los primeros monarcas de la Casa de Austria. Una aristocracia que lucía en los muros de sus viviendas los escudos de sus linajes, con orgullo de sus orígenes nobles y como marca de identidad de una clase privilegiada, veía en el uso de estas aras latinas una oportunidad de propaganda con la que emparentarse con un pasado admirado, hundiendo sus raíces en un mundo que generó las bases de la cultura hispana.

Con ejemplos repartidos por toda España y hallados en diversas localidades de la región, destacando en Extremadura por su número la colección de aras e inscripciones latinas que enriquecen las calles del barrio monumental de Cáceres, brilla sin embargo por este hecho el conjunto que luce el Palacio de los Lastras de Torremejía, al sur de la capital regional y erigido junto al trazado original del ramal sur o prolongación meridional de la Vía de la Plata. Mientras que en otros monumentos y casonas los sillares de fábrica romana decoran o se usan aisladamente, figurando incluso como simples elementos constructivos, en el Palacio de los Mexía su aparición responde a un empleo completamente distinto, contando con un elevado número de altares, que alcanza las cuatro piezas, colocadas siguiendo un orden y un plan decorativo, así como unas funciones embellecedoras y propagandísticas claras y equilibradas.



Arriba: ubicado junto al alfiz que enmarca el cuerpo principal de la portada, la primera de las cuatro estelas que figuran en el palacio torremejillano conserva casi intacta su epigrafía, cuyas palabras fueron consagradas a la memoria de Ancario Septimiano.
Abajo: colocado sobre la puerta de acceso, circundado por una cinta labrada y datada, y mostrando las armas de Lope Becerra y su esposa Francisca de Guevara, un gran escudo preside la decoración de la fachada palaciega, acompañado de sendas aras romanas de mayor tamaño y más rico labrado que el de sus contemporáneas compañeras.


Abajo: de similares medidas y parecida traza que la lápida colocada a la izquierda del conjunto, el ara de la derecha presenta sin embargo una inscripción deteriorada y desgastada, donde apenas logra leerse el nombre del personaje al que se dedicó su fábrica: Julio Patroclo.




Fundadas la villa de Torremejía y la atalaya de la que surge posteriormente el palacio por Don Gonzalo Mejía, 21º Maestre de la Orden de Santiago, durante la segunda mitad del siglo XIV, sería uno de sus sucesores, Lope Becerra, quien impulsó a comienzos del siglo XVI una de las muchas reformas que ha sufrido el palacio de los Lastra, de los Mexía o de los Torres Mejía, surgiendo de ella la actual portada principal de acceso al monumento, ubicada en el flanco oriental del edificio y enclave más destacado del mismo por congregarse allí la práctica totalidad de la decoración exterior del mismo. Sobre un arco escarzano y delimitado por dos contrafuertes, la portada del palacio torremejiense presenta un plan iconográfico que recoge no sólo las estelas latinas y los emblemas familiares, sino además soluciones artísticas y decorativas propias de la época de su construcción y tradicionales en la arquitectura palaciega española. Con nueve veneras o conchas de Santiago que simbolizan la Orden de la que era comendador su mecenas, las dovelas del arco de acceso sostienen sobre ellas un lienzo construido a base de sillarejo enmarcado por un alfiz, en cuya franja interna alternan perlas y puntas de diamante. Sobre el mismo se levanta a su vez un segundo espacio, coronando el conjunto artístico un tímpano cuadrado de estilo mudéjar.

Presenta actualmente la portada una pareja de escudos nobiliarios, presidiendo cada uno sendos espacios o cuerpos en que se divide esta franja del frente palaciego. El superior, labrado sobre mármol blanco y de estilo barroco, resulta posiblemente como añadido al edificio años después de la reforma con la que surgió la traza principal de la fachada. En el espacio inferior otro escudo, de mayor tamaño y naturaleza granítica, recoge no sólo la heráldica de la familia sino que presenta además una cinta pétrea que lo circunda y donde permanece una leyenda latina que pretende recordar frente al paso del tiempo los linajes de los mecenas que impulsaron esta obra, así como la época y la fecha en que tuvo lugar la aparición de la misma: LUPUS BEZERA D FRANCISCA DE GUEV IMP CAROLL V REGIS HISPA. ANO MD XXV (Lope Becerra y Dña. Francisca de Guevara. Emperador Carlos V, Rey de España. Año de 1.525). El escudo, subdividido a su vez en cuatro escudetes, muestra la heráldica de los impulsores de la labor. En los escudetes 1º y 4º (esquinas superior izquierda e inferior derecha), se halla repetido el escudo que correspondería a D. Lope Becerra, con las armas de los Becerra, Ribera y Orellana. Los escudetes 2º y 4ª a su vez duplican el correspondiente a Dña. Francisca de Guevara.



Arriba: el actual aspecto que presenta la fachada principal del Palacio de los Lastra, resumen de soluciones decorativas propias del siglo XVI con añadidos barrocos, lienzo heráldico y salvaguarda de piezas arqueológicas, hace de esta portada un resultado arquitectónico y artístico de gran riqueza que ayudó a la declaración del monumento como Bien de Interés Cultural en 1.995.


Es junto a este gran escudo que rememora la ascendencia de los patrocinadores de esta fachada donde aparecen las dos estelas mayores de las cuatro que componen el conjunto de aras que decoran la portada principal del monumento. Cuatro piezas de origen romano que, junto a los tres torsos que descansan a la derecha de las mismas y zona inferior del flanco oriental, y un último fragmento ubicado en el muro occidental de la vivienda, componen la colección de ocho piezas latinas que sobreviven engullidas en el palacio torremejillano. Las otras dos aras, colocadas a la misma altura que las anteriores pero acariciando el alfiz que enmarca el conjunto, son de dimensiones inferiores a éstas pero traza parecida entre ellas. Presentan las cuatro inscripciones una estructura similar a la generaliza en el mundo romano, encabezadas por la fórmula de consagración D. M. S. (Dis Manibus Sacrum: dedicado a los dioses Manes), seguido del nombre del difunto, edad del mismo, y fórmulas de despedida (H. S. E. S. T. T. L.; Hic Situs Est Sit Tibi Terra Levis: Aquí está enterrado, séate la tierra leve), con referencia finalmente y en caso de que proceda a la persona que dedica la lápida.  El buen estado general de las mismas permite aún en día leer el nombre de aquéllos a los que se dedicó la epigrafía tras el momento de su óbito. De izquierda a derecha las lápidas fueron consagradas a la memoria de Ancario Septimiano, Lucio Juvenio, Emilio Prudenciano (dedicada por su padre) y Julio Patroclo. Así se lee en el Decreto 34/1995, de 4 de abril, sobre la declaración de bien de interés cultural, con la categoría de Monumento, a la Casa-Palacio de los Lastra, y así puede aún leerlo el caminante que lleve sus pasos hasta este monumento de Tierra de Barros, descubriendo entre vides y olivares un fragmento del siglo XVI, y surgiendo de él un recuerdo de Roma. Un tesoro para la historia de la comarca, y un tesoro en el camino.

1 comentario:

  1. Hombre Samuel!!

    Me alegra verte de nuevo. Ya te echaba de menos...
    Un verdadero tesoro, desde luego, como tantos que hay por toda Extremadura, aunque por desgracia no tan bien conservados.

    Saludos y hasta pronto!

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